Job 12:11 ¿No distingue el oído las palabras
como el paladar prueba la comida?
A diario
usamos la sal en nuestros hogares, principalmente como potenciador del sabor de
los alimentos que cocinamos.
Históricamente
hablando la sal se ha usado también como moneda, se han cobrado impuestos sobre
ella, se
realizaron marchas o protestas a raíz de ello, se controló por
gobiernos su comercio, se crearon rutas exclusivas de transporte, todo a nivel
mundial, antes o después, desde China hasta América se ha usado de una u otra
manera y es, en estos tiempos en que vivimos, que uno de los principales usos
de la sal se esta obviando en muchas congregaciones; perseverar del paso del
tiempo los alimentos, alargar al máximo su conservación.
Somos
llamados a ser sal del mundo, de esto no queda la menor duda; pues seamos sal
pero en todos sus usos.
Mayormente
se esta usando para potenciar y no para conservar La Palabra, nuestro
espiritual alimento; la usamos para hacer el alimento espiritual agradable a
quien lo come, otras veces la cambiamos por azúcar para hacerla mas dulce a
nuestros sentidos, por lo tanto más apetecible como hombres que en definitiva
somos, hijos del Padre, si, pero hombres en definitiva, con nuestras virtudes y
dones, pero hombres, por lo tanto todos con nuestros fallos, pecados,
errores...
Usemos la
sal que todos deberíamos ser para conservar La Palabra, para mostrarla al
mundo tal como es, sin potenciar ni endulzar, debe de ser un alimento que se
cocine en la parte del mundo que sea tenga el mismo sabor para todos los que de
ella se alimentan; lamentablemente hoy en día el poder alimenticio de La Palabra, llamémosle su
sabor para hacerlo concordar con este escrito, se esta cambiando para hacerlo
agradable a todos en lugar de que todos sean los que les sea agradable su
sabor, se está adaptando La
Palabra en lugar de adaptar al hombre o al hijo.
Todo
cocinero, culinariamente hablando, tiene sus truquillos para hacer distinto su
plato, para que resalte por encima de los demás, para hacerlo más agradable
incluso deseable; lo mismo está sucediendo con La Palabra, no sabe igual en
todos los lugares, se “personaliza” de manera que sirva para ser agradable,
distinta, exclusiva, y tan solo para llenar bancos en las congregaciones,
estamos presenciando una alocada carrera de “quien es mejor”, quien llena más,
quien construye la mayor “iglesia”, que pastor es mejor que otro, quien
evangeliza mejor; tan solo cuentan los números, la cantidad, cuando debería de
primar la calidad y la uniformidad de “sabor” y un celo en propagar el alimento
espiritual tal como es, ni dulce ni salado, que sea quien sea el comensal
anhele las 24h del día el volver a comer tenga el sabor que tenga y no cambiar
el sabor del alimento para que agrade más.
Al
principio de aceptar al Señor solía decir que “tenemos que ser imitadores de
Cristo”, con el tiempo entiendo que podemos imitar alguna de sus
características personales, pero ser igual que El es imposible, querer enfocar
nuestra fe en “ser igual que El” es tirarnos por el precipicio, un fracaso
seguro; tan solo debemos dejarle a El vivir en nosotros y, a su tiempo, vivir
plenamente nosotros en El, y esto no es una receta mágica, no sucede de hoy a
mañana, es entrega diaria, ceder a su voluntad, dejarle obrar sin
condicionantes; lo mismo con nuestro alimento espiritual; dejémoslo tal como
es, guste o no, tal cual es ya conserva todas sus propiedades alimenticias, no
adulteremos su sabor.
DIOS OS BENDIGA EN EL PODEROSO NOMBRE DEL SEÑOR. ATT.
DEVOCIONALES CRISTIANOS MANÁ.
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